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Recursos para el buen carácter

 

Lo que podemos considerar un buen carácter es un carácter con muchos recursos íntimos, con capacidades que nos ponen en condiciones favorables para alcanzar tanto la felicidad como la dignidad, nos permiten elegir las metas adecuadas y soportar el esfuerzo en su conquista, nos impulsan a recuperarnos de los fracasos, a resolver los problemas, a valorar las cosas adecuadamente.

Estos recursos pueden ser psicológicos, morales, hábitos adquiridos…

En un mundo cambiante, globalizado y veloz tenemos que educar las capacidades personales para enfrentarse con situaciones imprevisibles. Como no podemos proporcionar a nuestros hijos o a nuestros alumnos la respuesta a problemas que no conocemos, sólo podemos fomentar esa capacidad para analizarlos y resolverlos cuando les lleguen.

«La felicidad es el resultado de vivir ejercitando los grandes recursos personales, de la misma manera
que escribir bien es el resultado de desplegar los talentos literarios».

José Antonio Marina.

Los 4 recursos fundamentales

Vamos a hablar de algunos de los recursos universalmente aceptados y que componen un primer retrato del buen carácter.

1. La seguridad básica 

Hay personas que están seguras de sí mismas, otras inseguras, las hay optimistas pero también pesimistas, hay personas que son resistentes o vulnerables, que perseveran o que abandonan. El niño llega a una realidad que le es desconocida y de la que recibe mensajes que ha de descifrar e interpretar. Puede encontrarse en un mundo ordenado o caótico, con pautas claras o difusas…

Erikson cree que el niño aprende a confiar cuando es cuidado de forma constante y cálida. Así pues, la unión de calidez y de control podemos decir que es el ambiente más adecuado para el desarrollo del niño.

El cuidado es la integración de la vigilancia, la atención, la ternura y el establecimiento de límites claros. Omitir los límites genera inseguridad y omitir la ternura desprotección.

2. La fortaleza

Atreverse y resistir son los dos componentes de la fortaleza.

Quien vive huyendo difícilmente puede alcanzar la felicidad. La fortaleza es también la virtud de la libertad, pues, según el diccionario, se entiende también por fuerza y valor.

Encontramos al desanimado que carece de fuerza y ello le hace estar desmoralizado. También sabemos que el valor consiste en no dejar de hacer algo bueno por causa de la dificultad que entraña, por ello, la pereza es un tipo de cobardía.

El hábito de la fortaleza incluye la energía para emprender y la energía para mantener el empeño. En la actualidad se habla mucho de la resiliencia, la capacidad para soportar los golpes de la fortuna y recuperarse de los traumas, tradicionalmente la hemos llamado paciencia.

Para Tomás de Aquino «la paciencia preserva al hombre del peligro de que su espíritu sea quebrantando por el abatimiento y pierda su grandeza».

Así, la resiliencia sería la capacidad del individuo de ser asertivo y tomar una decisión cuando se tiene la oportunidad de tomar una actitud correcta, a pesar de tener miedo de lo que eso pueda causar.

3. La autonomía responsable

Queremos que los niños sean responsables, esto es, que tomen las riendas de su vida y de una determinada manera: sabiendo dar cuenta inteligentemente de lo que hacen y teniendo conciencia clara de las consecuencias de sus actos.

Los niños aspiran a la autonomía, quieren sentirse actores de su vida, independizarse, y es necesario que aprendan que libertad no quiere decir hacer lo que me da la gana sino tener que elegir y ser responsable de lo que se hace.

La educación de la responsabilidad resulta complicada en la actualidad ya que se transfiere toda responsabilidad a la sociedad, así la responsabilidad individual queda diluida y a la vez se erige un modelo de individualismo del ¡sálvese quien pueda! que desvincula de personas, acciones y consecuencias sin generar vínculos después.

Para conocer más sobre este tema es muy interesante el artículo  de Victoria Camps.

4. La alegría

Hay niños que nacen viendo el mundo como fuente de recompensas pero esto no es alegría.

Alegría es una experiencia de plenitud. En casi todas las culturas la alegría está relacionada con la actividad. La intensidad del juego, la consecución de las metas producen alegría.

La alegría nos ensancha el ánimo mientras que la angustia lo oprime. Estamos ante un gran recurso no solo porque es una experiencia de felicidad sino porque amplía las capacidades del ser humano.

 

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