Educar en la felicidad
Hoy en día está de moda hacer encuestas para tomar el pulso de la sociedad y a ellas no escapa algo tan profundo como la felicidad. Qué país es más feliz, qué ciudad, cuál menos… Y surgen los interrogantes: ¿cuáles son las preguntas? ¿quién las contestó? ¿qué parámetros miden la felicidad? Tal vez con un poco de curiosidad hemos hecho hasta un test de felicidad de esos que aparecen en las revistas o en internet.
Es una realidad, todo ser humano busca la felicidad en su vivir y, a su vez, huye de la contrariedad, el dolor, el sacrificio. ¿Es acaso la ausencia de estos ingredientes lo que define “felices” a esas sociedades?
El tema de la felicidad toca directamente al ámbito educativo. Padres y educadores miran a las nuevas generaciones desde ese prisma y actúan aportando, cada uno, lo que considera oportuno. Algo más, alguno puede preguntarse ¿hay algún modo de educar la felicidad en los niños? Sería una asignatura de alto valor humano.
No pensemos que se trata de una idea descabellada. Desde hace algunos años viene desarrollándose una corriente de “Psicología Positiva”, más extendida en Estados Unidos de América que en otros países. Su propósito es, precisamente, sentar las bases de una ciencia de la felicidad que favorezca y apoye, en esta vertiente, el trabajo del educador: capacitar a los niños y jóvenes para desplegar sus fortalezas, su dotación positiva, en su ser personal y en su dimensión social y trascendente. Pero fijémonos bien, no se trata de sembrar una felicidad futura entre lágrimas ahora, sino de desarrollar la felicidad con actos felices como el disfrutar una actividad recreativa, un paisaje, un rato de lectura o uno de esforzado deporte, el colaborar en las tareas de la casa o triunfar al controlar un arrebato de ira.
Miremos ahora en qué consiste. Dos son las claves de para el desarrollo de una psicología positiva: la atención plena y la educación de las 24 fortalezas personales (Peterson y Seligman, 2004). Expliquémonos. La primera, “atención plena”, consiste en la concentración en la tarea del momento con plena consciencia y autocontrol, en otras palabras: estar con los cinco sentidos y el sentido común en lo que se está haciendo: la mente, el sentimiento, la vista, el oído, el tacto, la voluntad, la imaginación, la memoria, todo centrado en el acto presente. Sí, es todo un reto en la sociedad actual tan llena de estímulos distractores y disgregadores, por eso precisamente es una tarea educativa desde la propia persona del educador. ¡Cuán gratamente nos sorprende el tomar conciencia de un rato vivido así, tan sabrosamente! ¡Cuánta paz interior y cuánta satisfacción! La segunda clave que enunciamos es la educación en las 24 fortalezas personales. Es posible que nos hayamos echado las manos a la cabeza asaltándonos la idea de abandonar la lectura de estos párrafos y todo intento de, al menos, saber de qué se trata. No hay que asustarse, estas 24 fortalezas y las 6 virtudes que las agrupan son el mecanismo básico de la persona humana, común a todas las civilizaciones, y se trata de favorecer el desarrollo en signo positivo, enseñar a disfrutar la belleza del entorno natural, esas emociones y sensaciones agradables del aroma de las flores, el canto de los pájaros, el frescor del viento, efímeras y momentáneas pero que desarrollan abren la atención de los sentidos e introducen en el espíritu un sano “placer”; este aprendizaje es un primer estadio llamado “vida placentera”. Junto a esta experiencia más exterior está un segundo paso: el desarrollo de la “vida comprometida” en la que la persona pone sus fortalezas en su quehacer y del que disfruta sin depender de la realidad exterior o “placeres”: el ánimo, la aprobación, las personas o las circunstancias; recibiendo la gratificación de su dedicación en su obrar virtuoso. Por último llegamos al desarrollo de la “vida significativa” que consiste en emplear las fortalezas y las virtudes, que caracterizan al educando, al servicio de un quehacer que trascienda la propia persona en bien de otros. Esto proporciona un sentido a la vida dotando de significado a nuestros esfuerzos.
Si pusiéramos en un esquema estos tres niveles de felicidad encontraríamos esto:
La felicidad básica: lo placentero – fluctuante
La felicidad psicológica: el compromiso – estable en el obrar virtuoso
La felicidad espiritual: lo significativo – profundo sentido de vida
Tres círculos que de menor a mayor se van incluyendo y añaden una dimensión nueva y más poderosa a la persona.
Finalmente, para no dejar el interrogante sobre cuáles serán esas 24 fortalezas, aquí os las pongo agrupadas por virtudes.
Clasificación de las virtudes y fortalezas personales
SABIDURÍA Y CONOCIMIENTO | CORAJE | HUMANIDAD | JUSTICIA | MODERACIÓN | TRASCENDENCIA |
1 Creatividad | 6 Valentía | 10 Amor | 13 Ciudadanía | 16 Capacidad de perdonar, misericordia | 20 Apreciación de la belleza y excelencia |
2 Curiosidad | 7 Perseverancia | 11 Amabilidad | 14 Sentido de la justicia | 17 Modestia, humildad | 21 Gratitud |
3 Apertura mental | 8 Integridad | 12 Inteligencia social | 15 Liderazgo | 18 Prudencia | 22 Esperanza |
4 Amor por el aprendizaje | 9 Vitalidad | 19 Autocontrol, autorregulación | 23 Sentido del humor | ||
5 Perspectiva | 24 Espiritualidad |
Con estas reflexiones hemos abierto una rendija a la puerta que nos introduce a este gran reto educativo de la felicidad como actitud interior de vida que va de la mano del desarrollo vital de la persona. Espero que en próximos artículos podamos ir profundizando y respondiendo al gran anhelo de los educadores. Os dejo con este pensamiento:
“Una cuestión esencial es cómo los valores y metas de una persona median entre las circunstancias externas y la calidad de la experiencia. Estas investigaciones prometen aproximar a los psicólogos a comprender la visión de filósofos de la antigüedad tales como Demócrito o Epícteto, que argumentaban que no es lo que sucede a las personas lo que determina su nivel de felicidad, sino cómo interpretan lo que sucede”. (Seligman y Csikszentmihalyi, 2000:9. Citado por Programa “Aulas Felices” Psicología Positiva aplicada a la Educación, Ricardo Arguís Rey et alt. 2010)[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]